Nos diponíamos a pasar el día completo en esta vella ciudad : La Rochelle. Después de un suculento desalluno a pie de puerto, nos despedíamos de Justi y Luis Mª que regresaban a casa.
Antes de su marcha nos hacíamos la última foto del grupo. Más tarde comenzamos a improvisar y buscar una playa para tumbarnos al sol pero nos encontramos con una sorpresa, otra más : la marea era tan baja que había que recorrer cientos de metros para llegar al agua. Casí no nos creíamos el espectáculo de la marea tan baja.
Recalamos en varios lugares y siempre lo mismo : la playa estaba formada por piedras y el agua estaba demasiado lejos. Si a esto añadimos que el sol comenzó a esconderse como queriendo predecir algo, optamos por regresar a La Rochelle, cambiarnos de ropa y dedicarnos a conocer la ciudad que bien merecía la pena. Dicho y hecho.
Nos agenciamos de un mapa y durante todo el día nos dedicamos a callejear en La Rochelle. Su Hotel de Ville, en reformas, la iglesia Saint -Sauveur del siglo XVIII, su gran puerto con exclusa incluida, y en definitiva sus encantadoras callejuelas que te transportaban a otros tiempos, nos ayudaron a pasar el día y a enamorarnos de esta pequeña ciudad situada a escasos cuatrocientos kilómetros de Donosti.
La realidad es que pasamos un fenomenal día de verano. De esta manera nos despedíamos de esta ciudad y finalizábamos nuestro periplo por la Bretaña y Loira Atlántico.
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